Revista: Nathional Geographic
Fecha: Octubre 2009
Resumen: Mezclar sangre de vacuno y de pescado en barriles de 200 litros. Dejar envejecer durante un año. Los osos no pueden resistirse a este olor putrefacto. Kate Kendall, ecóloga del Servicio Geológico de Estados Unidos, lo sabe, por eso preparó 750 litros de esta “esencia”. El señuelo de la sangre atraía a los grizzlies de Montana hacia una alambrada destinada a recoger el pelo de los animales para elaborar un censo de ADN.
Para los osos de los bosques, este método es más riguroso y menos invasivo que los collares
con radiotransmisores, pero tienen un inconveniente: alguien debe verter el brebaje
sobre las estacas que soportan los alambres. El líquido se guardaba en botellas de plásticos empapadas en lejía
para que los voluntarios y los 220 miembros del personal pudieran resistir el
olor. Aún así, “no hay forma de librarse de él”, asegura la bióloga Vickie Edwards.
Los críticos objetan que los 4,80 millones de
dólares que ha costado el proyecto son un despilfarro. Christopher Servheen,
coordinador del programa de recuperación del grizzly del
Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos, discrepa. Este país
gasta 1,5 millones de dólares anuales en el área de estudio para mantener a
esos plantígrados fuera de la lista de especies amenazadas, para lo cual se
utilizan medidas como alambres electrificadas destinadas a evitar el contacto
con el hombre. Hasta
hoy no se sabía si tales esfuerzos habían valido la pena, pero según el nuevo
recuento hay muchos más osos de los 300 o 400 previstos. Una prueba del éxito
cosechado.
David Sánchez Ruiz 4ºA
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