Algunas plantas que viven en terrenos con pocos nutrientes necesitan establecer relaciones mutualistas con hongos, bacterias o incluso otras plantas. Existe, también, una adaptación poco frecuente pero extraordinariamente llamativa que permite a algunas especies obtener parte del nitrógeno y los minerales a partir de insectos y otros pequeños animales que ingieren: son las plantas carnívoras.
Las plantas carnívoras suelen vivir en pantanos ácidos y en otros hábitats en donde los suelos son pobres en nutrientes. Estas especies elaboran sofisticadas trampas para atraer a sus presas, generalmente hojas modificadas y equipadas con glándulas que secretan las enzimas digestivas necesarias.
Una de las más famosas es la llamada venus atrapamoscas, o atrapamoscas a secas (Dionaea muscipula): los dos lóbulos de sus hojas se cierran en medio segundo al recibir los impulsos eléctricos provenientes de sus pelos sensitivos. A pesar de su nombre, esta extraordinaria planta carnívora es capaz de cazar hormigas e incluso saltamontes.
Existen otro tipo de plantas carnívoras que se denominan ‘plantas jarro’. Pertenecen a esta categoría especies de los géneros Nepenthes o Sarracenia, y se caracterizan por poseer un embudo en el que caen los insectos, para posteriormente ser digeridos por las correspondientes enzimas.
Otro de los géneros más característicos de plantas carnívoras es Drosera, también llamadas ‘rocío de sol’, ya que secretan un líquido muy pegajoso que brilla como el rocío. Los insectos se acercan y quedan pegados a los pelos de la hoja, que envuelven a su presa.
Muchas plantas carnívoras se cultivan como ornamentales. Aunque parezca muy obvio, hay que recordar que estas especies no comen carne como tal, así que nada de ponerles un filete crudo como aperitivo… lo habitual, en el caso de tener las macetas en el exterior, es dejar que ellas mismas atrapen insectos y otras presas con sus propios recursos. Para cada especie es necesario informarse bien de los requisitos de cuidado: como hemos dicho, sus hábitats naturales suelen ser suelos pobres en nutrientes y minerales, por lo que un excesivo aporte de estos a través del agua de riego o de abonos podría llegar a matarlas.
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