Tan pronto como visitamos Panga ya Saidi por primera vez, supimos que era especial", cuentaNicole Boivin, directora del departamento de Arqueología del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. Boivin es directora de un proyecto arqueológico que desde el año 2010, con la colaboración de los Museos Nacionales de Kenia, lleva desarrollándose cerca de la costa sureste del país, en el llamado condado de Kilifi, y se ha convertido en la actualidad en uno de los yacimientos más importantes para la investigación de los orígenes de nuestra especie.
Y es que a pesar de ser el continente africano el hogar de los primeros signos del comportamiento humano moderno, las pruebas de enterramientos en África siempre han brillado por su escasez y ambigüedad. Tanto es así que a día de hoy aún conocemos bastante poco sobre el origen y desarrollo de las prácticas mortuorias en la que fue la cuna de nuestra especie. Ahora no obstante, un niño enterrado en la boca de la cueva Panga ya Saidi hace 78.000 años está revolucionando lo que conocíamos al respecto y revelando cómo las poblaciones humanas africanas de la Edad de Piedra Media interactuaron con sus muertos.
Hoy sabemos que todas las personas vivas tienen un origen genético en África, sin embargo un tanto menos conocidos son los cambios culturales, sociales y cognitivos que facilitaron el éxito de nuestra especie. El registro arqueológico de los últimos 100.000 años nos ha revelados un aumento en la complejidad tecnológica y comportamental de nuestra especie, lo que indica que por aquel entonces ya se estaba produciendo un cambio importante en las mentes de los homos primitivos. Estas primeras innovaciones probablemente impulsaron el éxodo desde África y ayudaron a los humanos a prosperar en diversos entornos, desde sabanas desérticas pasando por las selvas tropicales, hasta llegar a las tundras heladas, por lo que documentar estas primeras etapas es clave para la interpretación de nuestra evolución. "En este sentido el yacimiento de Panga ya Saidí es verdaderamente único", explica Boivin. "Las repetidas temporadas de excavación en el lugar, con 78.000 años de cultura, tecnología y actividades humanas cargadas de simbolismo, nos dicen que este se convirtió en un asentamiento clave para nuestra especie en la costa africana".
Adrián Rojo Blanco.
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