Las neuronas sensoriales median la comunicación entre el sistema digestivo y el cerebro. Sin embargo, el modo en que los distintos tipos neuronales regulan el apetito o los niveles de glucosa permanece por esclarecer. Ahora, un estudio, publicado por la revista Cell Metabolism, concluye que las neuronas transmiten señales diferentes según la población a la que pertenezcan y la comida ingerida.
Diba Borgmann y Elisa Ciglieri, del Instituto para la Investigación del Metabolismo Max Planck en Colonia, junto con investigadores de la Universidad de Colonia, modificaron genéticamente las células neuronales del ganglio inferior del nervio vago de ratones, con el objeto de manipular su actividad e identificar el órgano que inervaban.
Los investigadores centraron su atención en dos poblaciones concretas con ninguna o muy pocas conexiones fuera de la cavidad gastrointestinal. La primera expresaba el receptor del péptido de tipo glucagón 1 (GLP1R, por sus siglas en inglés) y detectaba la dilatación del estómago causada por los alimentos. De forma interesante, la activación de estas neuronas ocasionaba que los ratones redujeran la ingesta de comida. En cambio, la segunda población expresaba el receptor acoplado a proteínas G GPR65 y recogía información química de los nutrientes en el intestino.
Ambos tipos neuronales participaban en el control de los niveles de glucosa. Sin embargo, mientras que la estimulación de las neuronas GLP1R reducía la concentración de azúcar, la de las células GPR65 la aumentaba, en roedores recién alimentados. Es decir, las neuronas GLPR1 favorecían la tolerancia del organismo a la glucosa, e incluso incrementaban ligeramente los niveles de insulina. En cambio, las células GPR65 estimulaban la producción de glucosa en el hígado. Asimismo, las neuronas GLPR1 y GPR65 transmitían señales eléctricas a circuitos neuronales distintos, en el tejido cerebral.
Para Borgmann, Ciglieri y sus colaboradores, la reacción del cerebro a la comida es el resultado de la interacción entre estas dos poblaciones. Así, la presencia de alimento voluminoso en el estómago estimularía las neuronas GLPR1, hecho que promovería la sensación de saciedad; mientras que cuando una gran cantidad de nutrientes alcanza el intestino activaría las células GPR65 y, en consecuencia, incrementaría la concentración de glucosa en sangre. Los autores postulan que esta línea de investigación podría ayudar en el desarrollo de estrategias terapéuticas para combatir la diabetes y la obesidad.
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