La demanda desde China de partes del jaguar como colmillos y huesos, para la joyería y la medicina tradicional, ha derivado en la persecución de la especie a una escala desconocida desde hace décadas. Esperemos que las iniciativas creadas para salvaguardar a este depredador legendario y su hábitat sean resolutivas y lleguen a tiempo.
El jaguar (Panthera onca) es conocido por los indígenas de la Amazonía peruana como otorongo, que en idioma kichwa significa “el que mata de un salto”. En efecto, así caza este formidable depredador, que embosca a sus presas y les salta encima para partirles la nuca.
Escenas grabadas en años recientes en el Gran Pantanal, en Brasil, de jaguares cazando enormes caimanes ponen en evidencia el vigor de este animal y la enorme fuerza de sus mandíbulas.
En la Amazonía he escuchado muchas historias de los indígenas sobre el jaguar. Es, sin duda, junto con la anaconda (Eunectes murinus), el animal más respetado y temido, estando siempre presente en el imaginario, la cosmogonía, el arte y el folclore de los pueblos amazónicos.
No es de extrañar que la imagen del jaguar sea una de las más frecuentes en las visiones de la ayahuasca, la “liana de los muertos”, el brebaje que usan algunos pueblos indígenas y con el que evocan sus más atávicas emociones y escondidos temores.
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