Los lagos de todo el mundo están perdiendo oxígeno rápidamente a medida que el planeta se calienta. Los cambios amenazan la biodiversidad y la calidad del agua potable. Al igual que el oxígeno de la atmósfera resulta indispensable para sostener la vida en la Tierra y aunque pueda resultar menos intuitivo, el oxígeno disuelto en el agua cumple la misma función en los ecosistemas acuáticos. Así, de la concentración de oxígeno disuelto en los sistemas acuáticos dependen el equilibrio de nutrientes, la calidad del agua potable, las emisiones de gases de efecto invernadero o el estado de la biodiversidad. Y si bien la pérdida de oxígeno en los océanos -de los cuales por ejemplo sabemos que procede hasta casi el 85% del oxígeno que cada año se libera a la atmósfera- es un fenómeno bastante bien documentado, los cambios en las concentraciones de oxígeno disuelto en los lagos se antoja un mecanismo mucho menos comprendido, en parte debido a la falta de estudios a largo plazo y a gran escala. Los lagos están perdiendo oxígeno entre 2,75 y 9,3 veces más rápido que los océanos, una disminución que sin duda tendrá impactos en todo el ecosistema. Concretamente, los investigadores analizaron un total de más de 45.000 perfiles de temperatura y oxígeno disuelto recogidos desde 1941 en casi 400 lagos de todo el mundo. La mayoría de los registros a largo plazo se recopilaron en la zona templada de nuestro planeta, que se extiende entre los 23 grados norte a los 66 grados sur de latitud. Así, la investigación publicada Nature encontró que los niveles de oxígeno en los lagos estudiados en la zona templada han disminuido un 5,5% en la superficie y un 18,6% en aguas profundas desde 1980.
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