Adiós a John Glenn, el último de los 7 del Mercury
REVISTA:EL MUNDO
El interés desde tierra en relación a la visión de estas "luciérnagas", como también las llamó Glenn, no fue muy grande en ningún momento. Al principio, los comunicadores de las estaciones siguientes preguntaron a Glenn acerca de su tamaño y del tipo de movimiento que mostraban, así como si había podido relacionar su presencia con la activación de alguno de sus cohetes de orientación, algo que John Glenn descartó por completo. El fenómeno estaba resultando, sin embargo, de lo más interesante para John Glenn; así lo demuestra la transcripción del vuelo, en la que hace una continua mención del fenómeno en cada ocasión que lo ve y según tiene oportunidad.En un vuelo en el que todo lo que podía suceder y experimentar el astronauta había sido anticipado, la visión de estas partículas fue totalmente inesperada "creíamos que habíamos anticipado todo pero esto era completamente nuevo". Más adelante, gracias al vuelo de Scott Carpenter en su Aurora 7, se pudo saber que 'el efecto Glenn', como lo llamaron los soviéticos, era debido realmente a partículas de hielo que se desprendían de la nave. Sin embargo, otra suerte de hechos alejados de estas misteriosas partículas luminosas pasarían pronto a requerir tanto la atención de John Glenn como la del equipo en tierra.
Fue al final de la primera órbita cuando John Glenn pudo comprobar que la nave perdía su orientación en guiñada. El sistema de control automático era incapaz de controlar la orientación de la nave debido a un cohete de control defectuoso. John Glenn tuvo que asumir desde ese momento el control manual de la nave durante la mayor parte del resto del vuelo. Este hecho no entrañaba un gran problema en sí mismo ya que durante la primera órbita, John Glenn ya había comprobado su capacidad para maniobrar la nave manualmente y era algo para lo que, obviamente, estaba entrenado.
Controlar manualmente la nave estando en órbita era una tarea sin graves consecuencias en caso de fallo ya que era fácilmente corregible; sin embargo, las consecuencias sí podían ser trágicas si fallaba al tratar de controlar la orientación de su nave durante la activación de los retrocohetes en el momento de la deorbitación para regresar a la Tierra y durante la fase de reentrada. Por otra parte, aunque no entrañaba una gran relevancia, otra desventaja de tener que asumir el control manual tan pronto en el vuelo consistió en que John Glenn hubo de desestimar la ejecución de diversos experimentos que tenía programados llevar a cabo después de la primera órbita.
VERÓNICA PANIAGUA DIAZ 4ªA
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