Si los murciélagos son los seres que mejor escuchan en la naturaleza, una nueva especie hallada en la espesa selva del Parque Nacional de Chiribequete en la Amazonía colombiana, es la síntesis excelsa de esa habilidad.
Este quiróptero, bautizado Lonchorhina mankomara, tiene las estructuras télicas –es decir, todo aquello que sale del contorno del cuerpo, como las orejas y la nariz– más grandes y complejas hasta ahora conocidas en su género. “La nariz y las orejas de este murciélago son más grandes que las orejas o la trompa de un elefante, en proporción a su tamaño. Es decir, casi la mitad del cuerpo o un poco más son orejas, y la hoja nasal –estructura que se desarrolla encima de la boca y que permite direccionar el ultrasonido– es muy exagerada”, explica el biólogo Hugo Mantilla-Meluk, quien identificó esta especie, cuyas características se detallan en un artículo publicado en la última edición de la revista Biodiversidad Neotropical, de la Universidad Tecnológica del Chocó.
Los quirópteros ven, literalmente, con sus oídos: son capaces de reconstruir el mundo en imágenes con formas, tamaños y distancias muy precisas a partir del sonido, por lo que este nuevo espécimen es un valioso libro de información sobre la función de la ecografía y la ecolocación –no en vano tienen tal vez la mejor memoria espacial entre los mamíferos–. “El hecho irrefutable de que este organismo tenga los pabellones auditivos más desarrollados en comparación a su cuerpo, invitan a pensar que recoge una mayor cantidad de estímulos auditivos que murciélagos de un tamaño corporal similar y orejas más pequeñas”, señala Mantilla-Meluk-Meluk, quien analizó la morfología y la variación craneal de 105 especímenes Lonchorhina hasta determinar que el ejemplar que estaba guardado en una gaveta del Museo de la Universidad Nacional de Colombia era efectivamente una nueva especie. “Yo diría que es algo así como el Bach de la naturaleza porque puede percibir el mundo a través de sonidos de una manera en que nosotros no podemos”, agrega.
JESÚS SÁNCHEZ GÓMEZ
Revista: Scientific American
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