miércoles, 12 de junio de 2019

Arañas convertidas en zombis (Alejandro)

Las larvas de ciertas avispas parásitas se adueñan de la mente de jóvenes arañas sociales y les hacen construir su propia tumba.
Hablemos de un trato injusto: algunas avispas parásitas arruinan la vida de arañas juveniles al apoderarse de su voluntad y obligarlas a aislarse de la colonia para luego comérselas vivas.

Anelosimus eximius, una especie de araña social que vive en algunas zonas de América Latina forma colonias de miles de individuos. Habita en telarañas con forma de canasta de hasta unos 8 metros de ancho adheridas a la vegetación cerca del suelo de la selva, donde protege sus huevos y cría su descendencia en cooperación con otros congéneres. Una colonia trabaja conjuntamente para derribar presas mucho más grandes, como los saltamontes, que a veces caen en una telaraña después de tropezar contra hilos de seda que sobresalen verticalmente. «Podría ser la pesadilla de alguien», comenta Philippe Fernandez-Fournier, ahora estudiante de doctorado en la Universidad Simon Fraser de Columbia Británica.

Pero Fernández-Fournier ha observado que una especie de avispa no descrita con anterioridad puede someter a estas arañas sociales a su voluntad de una manera aún más espantosa. Esta gran manipuladora se instala al lado de la telaraña mientras espera a que una joven araña se aleje de la colonia. Las avispas tal vez prefieren a los juveniles por su exoesqueleto más blando y su naturaleza «menos combativa», según Fernandez-Fournier, autor principal de un estudio publicado en Ecological Entomology, que describe este extraño parasitismo.
Los científicos no saben cómo la larva de avispa llega hasta la araña, pero una vez en ella comienza a alimentarse de su abdomen. A medida que la larva crece, empieza a controlar su cerebro y la induce a abandonar la seguridad de su colonia. La joven araña teje así una esfera de seda que la separa del mundo exterior. La larva completa su ciclo biológico comiendo el resto de la araña y usando la tela que la rodea convenientemente para construir su propio capullo y convertirse en una avispa adulta.

Fernández-Fournier cree que las larvas de la avispa probablemente liberan una sustancia que activa unos genes específicos en sus huéspedes, en los que desencadenan un comportamiento antisocial. Otras arañas relacionadas son menos sociables y abandonan la colonia cuando son jóvenes. Andrew Forbes, profesor de biología de la Universidad de Iowa, que no participó en la investigación de Fernández-Fournier, comenta que las larvas de avispa que controlan la mente podrían estar sacando provecho de esta ruta genética latente. Aunque las arañas hayan evolucionado hacia la vida social para protegerse de los depredadores, los parásitos podrían estar «tirando de los hilos» genéticos a su favor. «Podemos pensar en ello», explica Forbes, «como una carrera armamentista evolutiva entre la araña y el parasitoide».



Alejandro Herrero 4ºA
IYC

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