La relación mutua que mantienen las termitas y la vegetación explica unas misteriosas formaciones dispersas por todo el mundo.
EN SÍNTESIS
Los termes son artífices esenciales de la fertilidad de las praderas áridas. Sus montículos mantienen una vegetación nutritiva que atrae a una gran variedad de insectos, a gecos e incluso a los elefantes.
Rob Pringle y Corina Tarnita, de la Universidad de Princeton, recurren a las matemáticas para modelar la relevancia ecológica de estos insectos sociales, que inciden en los paisajes a gran escala, aumentan la resistencia a la sequía e intervienen en la creación de los anillos de hadas.
A mi regreso de un viaje a Australia, le estuve dando vueltas a una noticia que había llegado a mis oídos sobre una gran mina de bauxita donde las termitas habían regenerado la tierra. Me pregunté si había algo más que el mero hecho de que hubieran fertilizado el suelo y compostado la hierba. Me daba la impresión de que debía de haber algo más entre el nacimiento de todo un bosque y el que unos insectos excretasen un puñado de moléculas de nitrógeno con sus heces. ¿Qué hacían allí abajo? Empecé a indagar en mis archivos y a buscar gente que trabajara en ecología del paisaje.
Esto me condujo al trabajo de una matemática y de un ecólogo: Corina Tarnita y Rob Pringle. Cuando me puse en contacto con la primera, esta acababa de trasladarse a Harvard desde Princeton y, junto con el segundo, había empezado a aplicar modelos matemáticos al estudio de la actividad de los termes en las tierras áridas de Kenia. Daba la casualidad de que había entrevistado a Rob en 2010, cuando con su equipo había publicado un artículo sobre el papel de estos insectos sociales en los ecosistemas de la sabana africana que albergan a elefantes y jirafas.
A comienzos de 2014, viajé en tren a Princeton para entrevistarme con ellos. Por aquel entonces, hacía seis años que me interesaban las termitas y me había dado por vencida con un par de ideas que me motivaron de buen principio: comprender la relación entre los cambios locales y los efectos globales —ese concepto holístico que persigue a los teóricos de la complejidad— y el desarrollo de una técnica que pudiera «salvar al mundo». Mediante modelos matemáticos, Corina y Rob, junto con sus equipos, presentaban finalmente una versión de ambas ideas. Y, además, estaban muy cerca de resolver el misterio de los anillos de hadas.
Corina estaba dando clase cuando llegué al campus —una mezcolanza de viejos edificios de ladrillo desgastado por el tiempo y construcciones futuristas de vidrio y ladrillo relucientes—, por lo que acudí a la cita con Rob. Años atrás, cuando conversé con él por teléfono, había escogido los gecos para estudiar los ecosistemas. Tras delimitar una zona en el mapa, la había dividido en cuadrículas y, sobre el terreno, había hecho un censo de ellos, como especie índice. Si había gecos, había insectos, y si había insectos, había plantas, y si había plantas, había algo de agua. De hecho, los lugares provistos de vegetación suficiente para atraer a multitud de gecos también eran los favoritos de los elefantes. Y estos eran, en el fondo, la razón de ser de esos estudios: todo el mundo quiere más elefantes.
Alejandro Herrero 4ºA
IYC
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