Tendemos a copiar, unos de otros, toda
clase de descripciones y representaciones de la naturaleza. De modo que a veces
viajan juntas las informaciones fiables y erróneas.
Un científico que cometa un error, formule
una apreciación inexacta o caiga en una concesión a la fantasía, da igual que
sea de modo consciente o inconsciente, puede iniciar una secuencia de errores
encadenados. A medida que subsiguientes autores copien, unos de otros, la información
errónea, ésta se perpetuará hasta encontrar quien la desenmascare.
En el siglo XVI aún eran pocas las
noticias que habían llegado a Europa sobre los tucanes. El autor de la mayor y mejor compilación zoológica
de la época no quería que en sus obras faltase tal criatura. Por lo que consiguió
un pico de tucán e hizo un grabado que debía ilustrar a tan raro animal. El
resultado fue un grabado en el que se distingue con claridad el pico del tucán
toco, representado cuidadosamente, pero el resto del cuerpo dejaba bastante que
desear.
Posteriormente se consultó la descripción original
de Thevet, donde puede comprobarse como el cuerpo del animal era totalmente
distinto a la descripción de Conrad Gessner, el autor del que hablé
anteriormente.
REVISTA: Quercus, Junio 2018
Paula González Cividanes
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