El hecho de que España destaque por su
biodiversidad tiene como lado perverso que los impactos en su medio natural
alcancen la magnitud que reflejan las cifras de animales electrocutados,
envenenados o atropellados.
Quizá sea también el motivo por el que los centros
de recuperación de animales salvajes desempeñan en nuestro país una labor que
nos parece insustituible. Su papel
sintoniza con la demanda de la suciedad y el derecho de los ciudadanos a una
vida silvestre bien conservada. Y, por supuesto, a que los animales heridos
puedan ser atendidos y rehabilitados en las mejores condiciones posibles,
cuando son víctimas, con más frecuencia de la deseable, de los daños que causan
las actividades humanas. Amus (Acción
por el Mundo Salvaje) ve ahora mismo peligrar su continuidad debido a apuros
causados por los recortes presupuestarios, tras una trayectoria de décadas atendiendo a decenas de miles de animales que
ingresaron en sus instalaciones con problemas diversos y a los cuales se les
dio una segunda oportunidad de rehacer su vida en libertad.
REVISTA: Quercus, Junio 2018
Paula González Cividanes
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