Salvar al urogallo
cantábrico requiere un cambio de paradigma que destierre algunos mitos
en los que han estado basados los proyectos y las medidas puestos en
marcha para evitar, sin éxito, la caída hacia la extinción de esta
subespecie. Retomar el camino del conocimiento científico como base para
actuar es ahora vital.
El año 2000 comenzó con la triste noticia de la extinción del bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica)
tras la muerte en el Parque Nacional de Ordesa (Huesca) de la última
hembra, aplastada por un árbol que se derrumbó. Fue la primera extinción
registrada del siglo XXI y era difícil comprender cómo pudo desaparecer
una subespecie de vertebrado en Europa tras casi un siglo de protección
legal. Puede resultar pesimista, poco acertado o incluso
contraproducente comenzar un artículo sobre el urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus)
con el triste recuerdo del bucardo. Pero es que esta otra subespecie
emblemática, lejos de salir del riesgo de extinción, parece que
-salvando las distancias ha tomado el mismo camino.
REVISTA: Quercus, junio de 2018 (N: 388)
Victoria Crespo Cruz
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