jueves, 12 de marzo de 2020

La biología no se puede entender sin matemáticas

Dos de los libros más influyentes en la historia de la biología son El origen de las especies (1859), de Charles Darwin, y Sobre el crecimiento y la forma (1917), de D'Arcy Wentworth Thompson. Darwin y sus seguidores postularon que la evolución de las especies está regulada por la supervivencia del más adaptado al entorno. Es decir, que los pequeños cambios que daban ventajas sobre la situación anterior se transmitían a la siguiente generación. Pero D'Arcy Thompson vio que faltaba algo en esa teoría.

Su propuesta fue analizar las leyes matemáticas que había detrás de los saltos evolutivos. Las abejas no construyen colmenas hexagonales (más bien prismáticas) por azar, sino que esa forma les permite almacenar la mayor cantidad de miel con la menor posible de cera. Las cornamentas de muchos animales presentan formas que obedecen a las matemáticas y a las leyes físicas, lo mismo que las rayas de una cebra o las manchas de un leopardo.

No olvidemos que tanto Darwin como D´Arcy Thompson trabajaban en una situación previa al descubrimiento del ADN y, por tanto, muy limitada. En 1865, Gregor Mendel había presentado sus Leyes de la herencia, pero sus resultados fueron ignorados hasta que Erich von Tschermak, Hugo de Vries, Carl Correns y William Jasper Spillman los redescubrieron más de 30 años después. Hoy, las leyes de Mendel son un hito en el desarrollo de la teoría de la probabilidad y la estadística.

Las matemáticas y la biología van de la mano desde hace ya muchos años y ese encuentro promete ser cada vez más fructífero. Sobre estos temas hablamos en nuestro último libro, Las matemáticas de la biología: de las celdas de las abejas a las simetrías de los virus, publicado por Catarara en la colección Miradas Matemáticas.
La biología no se puede entender sin matemáticas

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Gabriel Pérez Mateos

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