martes, 16 de marzo de 2021

Cenpalab, de los animales y bioproductos para la biotecnología a la agricultura de precisión

 Tras décadas de desarrollo de la biología molecular, ya acuñado el término “ingeniería genética” y obtenidas las primeras moléculas de ADN recombinante (el Premio Nobel de Química 1980 estuvo relacionado con esa tecnología −Berg, EE.UU.− y con la secuenciación del ADN −Sanger, Reino Unido, y Gispert, EE.UU.), comenzando los ochenta surgían las primeras fábricas de biotecnología moderna y salían al mercado los primeros productos obtenidos por ingeniería genética molecular.


Los premios Nobel (también en Medicina) y la industria (actividad científica de punta más aplicación y proyección industrial) eran noticia en el Primer Mundo, y las primeras compañías tenían sede en Estados Unidos.


Difícil imaginar que precisamente en esos años pioneros despegara en Cuba un sector biotecnológico que, poco más de tres décadas después, cuenta con un grupo integrado, BioCubaFarma, y más de 32 empresas concebidas siguiendo el principio de ciclo cerrado (investigación-producción-comercialización), con alianzas internacionales y expansión fuera de fronteras, 742 registros sanitarios en 53 países y una cartera de productos que se exportan a más de 40 naciones.


Muy temprano en los ochenta, como parte de una concepción en la que el ciclo cerrado y la integración eran claves, se creó en la periferia de La Habana el Centro Nacional para la Producción de Animales de Laboratorio (Cenpalab), que desde entonces ha llenado un nicho imprescindible para el desarrollo de la industria biotecnológica cubana.


Es un centro de referencia en Cuba, donde, además de la producción de animales de laboratorio para todas las instituciones científicas de la isla, se investiga, se cultivan plantas proteicas, se produce alimento para animales y se diseñan dietas (para sus animales de laboratorio y para los que están en zoológicos); se desarrollan bioproductos, kits de diagnóstico y vacunas de uso veterinario; se ofrecen servicios de toxicología (experimental y regulatoria) y se realiza la preclínica de vacunas, a lo que se une el desarrollo e implementación de soluciones automáticas para la agricultura de precisión.


En total, en Cenpalab se mantienen 16 especies de animales en condiciones convencionales, de granja, y 22 de gnotobióticos (libres de patógenos específicos y empleados en investigaciones específicas o como banco genético).


“Nosotros tenemos colonias de monos, y nadie nos pedía, pero llegó la pandemia de COVID-19. Uno de los problemas que ha habido en el mundo con las vacunas es que no ha habido suficientes monos... No es un animal que se logra de un día para otro. Ahora mismo estamos pudiendo desarrollar varias vacunas paralelamente porque teníamos suficientes monos para los estudios preclínicos. Si Cuba no hubiera tenido los monos de Cenpalab, hubiera sido difícil avanzar en las vacunas”, afirma el doctor en Ciencias Miguel Ángel Esquivel Pérez, jefe del Departamento de Vigilancia Tecnológica en la institución.


“Una vacuna tiene un escalado, la escala zoológica. Primero un ratón, luego un curiel... Hasta los primates no humanos, antes de pasar a los humanos”, explica sobre la preclínica de los inmunógenos, que antecede a las pruebas clínicas.

Pero, además, el área de toxicología es clave en la liberación de lotes de vacunas y fármacos al mercado, la llamada toxicología regulatoria. “Para liberar cada producto, existen protocolos internacionalmente aceptados que hay que cumplir, mediante los cuales se prueba su toxicidad.


“Deben cumplir una serie de requerimientos y existen protocolos referentes a con qué animal se prueba, en qué dosis. Y eso tiene que ser repetible. O sea, cuando yo digo que este producto está aprobado, lo he determinado con una metodología que usted puede repetir para verificar si es verdad”.


En Cenpalab está la única cría industrial de conejo en Cuba, con más de 3 000 reproductores de conejo blanco. “El conejo es sensible a pirógenos, sustancias que producen fiebre. Cualquier vacuna, cualquier cosa que se inyecte a un humano en Cuba primero hay que probarla en un conejo de Cenpalab. Si no le da fiebre, está libre de pirógenos”.


El Dr. Esquivel recuerda los inicios del Cenpalab. “Está establecido internacionalmente y en la práctica: cada tipo de estudio lleva un tipo de animal. La biotecnología despegó en los ochenta, la primera empresa biotecnológica fue creada en Estados Unidos, y en 1982 Fidel orientó crear este centro, porque previó que, si Cuba no era fuerte en animales de laboratorio, no podría desarrollar la industria biotecnológica.


“Y la vida le dio la razón. Es el soporte de lo primario. La biotecnología es una cadena: estamos en el eslabón primario, y en el último está el Centro de Biopreparados (Biocen, creado en 1992. Ha asumido recientemente la fase de escalado productivo del candidato vacunal Soberana 02 contra la COVID-19), que envasa lo que producen otros centros”.


Es −agrega−, un esquema. “En el medio el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB, 1986) y el Centro de Inmunología Molecular (CIM, 1994), los dos centros más importantes de la biotecnología en Cuba, y a los lados Cenpalab y Biocen... O sea, inicio, desarrolladores y envasador”.


Para Esquivel, ese esquema integrador ha sido una fortaleza: “La visión de Fidel ahí fue inmensa. Él vio el problema décadas antes de que viniera. El diseño circular. La pandemia tomó a todos por sorpresa... Gracias a que teníamos una cantidad de animales, hemos podido enfrentar los retos. Aquí no se ha detenido nada por falta de animales de laboratorio. No por gusto, Cuba es el único país del Tercer Mundo que desarrolla y va a contar con vacunas propias contra la COVID-19”.




MARCO ALONSO VALENCIA


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