jueves, 28 de noviembre de 2013


EL VALLE DE LAS BALLENAS

Título: El valle de las ballenas
Especialidad: Biología

Revista: National Geographic (España)       Fecha: Agosto 2010

Resúmen:

Hace treinta y siete millones de años, en las aguas del antiquísimo mar de tetis, una sinuosa bestia de 15 metros de largo, con mandíbulas enormes y dientes afilados, murió y se hundió en el fondo del mar. 
Con el transcurso de los milenios, un manto de sedimentos se acumuló sobre sus huesos. El mar retrocedió, y cuando el antiguo lecho marino se transformó en desierto, el viento comenzó a desgastar la arenisca y la arcilla.
Basilosaurus fue en verdad una ballena, pero una ballena a la que le sobresalían dos delicadas patas traseras. Esas cautivadoras extremidades, son una pista crucial para entender cómo las ballenas actuales, descienden de unos mamíferos terrestres que en otra época caminaron a cuatro patas.
En los últimos 27 años, Gingerich y sus colegas han localizado los restos de más de un millar de ballenas, y aún quedan muchas más por descubrir. 
El antepasado común de las ballenas  y de los vertebrados terrestres fue un tetrápodo de cabeza plana y aspecto de salamandra que salió del mar y se instaló en alguna orilla fangosa hace unos 360 millones de años. 
Hace 60 millones de años ya dominaban la Tierra. Las ballenas figuran entre los pocos mamíferos que dieron una vuelta evolutiva de 180 grados, volviendo a adaptar su cuerpo terrestre para sentir, comer y aparearse bajo el agua.
George Gaylord Simpson, paleontólogo del siglo XX, aún no sabía dónde situar a las ballenas en su árbol evolutivo de los mamíferos, que por lo demás resultaba perfectamente ordenado.
Las diferencias anatómicas entre ballenas y mamíferos terrestres son tan grandes que tuvo que haber innumerables fases intermedias que chapotearan y nadaran por los mares antiguos antes de que apareciera una ballena tal como hoy la conocemos. Hasta ahora no se ha hallado ninguna de esas formas transicionales. 
Entonces, en 1979, un miembro del equipo de Gingerich encontró en Pakistán un cráneo del tamaño de un lobo , pero con unas crestas óseas prominentes, y muy poco lobunas, en la parte superior. Lo mas extraño era la caja craneal, no más grande que una nuez. Ese mismo mes Gingerich encontró varios ejemplares de ballenas arcaicas en museos de Lucknow y Kolkata, en la India. Fue entonces cuando la caja craneal diminuta empezó a cuadrar, porque las ballenas primitivas tenían el cráneo grande y el cerebro relativamente pequeño.
Cuando en su laboratorio separó el cráneo de la matriz de roca dura halló un hueso denso, llamado ampolla auditiva. La conclusión fue que el animal probablemente era semiacuático: volvía a la tierra para descansar y reproducirse.

El equipo tuvo que esperar hasta 1989 para hallar el nexo de unión con los antepasados terrestres de las ballenas. Gingerich estaba trabajando en un esqueleto de Basilosaurus cuando descubrió la primera rodilla conocida de ballena, un fémur, una tibia y un peroné. Dar con ellas fue la confirmación de que los antepasados de las ballenas caminaron, trotaron y galoparon por tierra firme. En los años noventa los biólogos moleculares llegaron a la conclusión de que el pariente vivo más cercano de la ballena era un ungulado concreto: el hipopótamo.
Las primeras ballenas aparecieron hace unos 55 millones de años, como los demás mamíferos modernos. Vivieron en la costa oriental del mar de Tetis. Buscando nuevas fuentes de alimento en aguas cada vez más profundas, desarrollaron hocicos cada vez mas alargados y dientes más afilados, para atrapar peces. Buenas nadadoras de cuatro patas que todavía podían desplazarse en tierra firme.
Hace unos 45 millones de años, a medida que las ventajas del medio acuático empujaban a las ballenas cada vez más lejos de la orilla, sus cuellos se comprimieron y perdieron flexibilidad mientras el hocico se alargaba y afilaba como la proa de un barco. Las patas traseras se engrosaron para una mejor propulsión, y los pies se volvieron palmeados y con dedos alargados. Algunas ballenas adquirieron colas gruesas y musculosas, columna vertebral más larga y flexible. Las fosas nasales se desplazaron desde el hocico hasta la parte superior de la cabeza. Los ojos comenzaron a migrar desde la parte superior de los lados de la cabeza. Aquellas ballenas de hace 45 millones de años aún tenían que subir a la orilla sobre sus patas palmeadas para beber agua dulce o para buscar una pareja o un lugar seguro donde dar a luz a sus crías. Unos millones de años después las ballenas ya habían dado el paso definitivo. Sus parientes ya nunca subían a tierra. Su cuerpo se adaptó al estilo de vida exclusivamente acuático, extremidades delanteras cortas y rígidas que hacían las veces de aletas. La pelvis se separó de la columna, lo que confirió a la cola mayor margen de movimiento vertical. La transición final de los basilosáuridos a las ballenas modernas comenzó hace 34 millones de años, durante el repentino enfriamiento climático que puso fin al eoceno. 

SANDRA SÁNCHEZ MARTÍN 4ºA

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