jueves, 5 de diciembre de 2013

DESCENSO SIN FIN

Especialidad: Geografía. 

Títilo: Descenso sin fin.

Revista: National Geographic (España)       Fecha: Noviembre 2011

Resúmen: 


Los suizos tienen montañas, y por eso escalan. Los canadienses tienen lagos, y por eso reman.Australia tienen barrancos, practican barranquismo, una locura a medio camino entre el montañismo y la espeleología, sólo que en lugar de escalar, se desciende, a menudo a través de túneles y angostos corredores. Australia tiene una larga tradición en el barranquismo.
La exploración a pie del territorio, algo que los aborígenes hacían decenas de miles de años antes de la llegada de los europeos. Pero sin cuerdas ni equipamiento técnico, no podían acceder a los cañones más profundos.
Hoy son miles los australianos que hacen excursiones por los barrancos. Buscan los barrancos más remotos y difícil acceso. "Cuanto más oscuro, estrecho y retorcido, mejor -dice Dave Noble, uno de los barranquistas más experimentados del país-. Lo que buscamos es quedar atrapados, vernos obligados a improvisar para salir."
A sus 57 años, Noble nunca ha conducido un coche. Recorre en bicicleta casi 30 kilómetros al día por los barrios de Syndney para acudir al instituto donde da clases de física. Cañones que ha explorado y bautizado, se niega a resolver su localización exacta. Los barrancos salvajes tienen que permanecer sin descubrir para que sigan intactos y otros puedan sentir la emoción de explorarlos por su cuenta.
El principal rival deportivo de Noble es Rick Jamieson, ganó la desaprobación de Noble al escribir una guía que revelaba algunos secretos de la región de los cañones.
El Danae Brook Canyon, oculto en el laberíntico corazón de las Blue Mountains, es uno de los más difíciles. En u guía, Jamieson lo describe como "una jornada muy, muy larga", en la que los barranquistas tienen que efectuar un mínimo de nueve descensos en rápel bastante delicados.




Los últimos diez años, Robens, de 39 años, se ha escapado de la ciudad para ir a practicar barranquismo.
Robens y yo acampamos en el Parque Nacional Kanangra-Boyd, y al alba ya estamos bajando por la pista cortafuegos del monte Thurat.
En menos de una hora, me ha llevado hasta la cabeza de las cascadas de Danae Brook.
Es como lanzarse en rápel por el precipicio de un Gran Cañón cubierto de vegetación.
A esta altitud, el Danae aún no ha abierto una fiura en la pared de roca, por lo que bajamos entre penachos de rocío junto a la cascada, con los pies resbalando sobre helechos gigantescos. Bajamos por el fondo de esa abertura, con una grieta vertical de cielo azul a nuestras espaldas. 
En el punto de partida del tercer rápel ya estamos en las profundidades del cañón.
Luego me explica que los barranquistas llaman "ralstones" a las cuñas de roca entre las paredes, que a veces se pueden desencajarse súbitamente, en Aron Rlston, el estadounidense que tuvo que cortarse un brazo para salvarse cuando éste se le quedó atrapado en una de esas rocas en un cañón de Utah.
Las paredes están cubiertas de musgo. Deslizarse por la cara interior de ese bloque gigantesco es como escurrirse por el hueco del ascensor de un edificio de diez pisos bajo un aguacero. No tenemos más remedio que balancearnos hasta quedar debajo de la cascada, una maniobra que hace que nos golpeemos contra la pared rocosa.
Debajo de la gran roca el cañón se estrecha y el agua sedosa fluye horizontalmente por una cámara semejante a una cueva hasta salir por el borde del acantilado. Aún quedan 300 metros de vacío que descender. Montamos otro rápel directamente dentro de la cascada. Los tres tramos siguientes. Nos conducen hasta unas alturas de agua gélida situadas a diferentes alturas.
Dos semanas antes en otro barranco me topé con un dendrocnide de hoja peltada, una especie horrenda cuyo contacto abrasa como la ortiga mayor y te deja un sarpullido que te dura más de un mes.
Al llegar al fondo del barranco el Danae se convierte en un empinado caos de bloques de piedra. 
Nuestro descenso finaliza en la confluencia del Danae y el Kanangra. 
En el barranquismo, todo lo que baja tiene que subir. Cruzamos el río, descansamos diez minutos e iniciamos un ascenso agónico a través de la espesura. El ascenso es tan vertical, que tenemos que ir subiendo de rama en rama. 
Llegamos a la meseta peninsular de la sierra de Gangerang, justo enfrente del Danae Brook Canyon.


SANDRA SÁNCHEZ MARTÍN 4ºA.







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