viernes, 25 de mayo de 2018

LA TEMIBLE DENTELLADA DE LOS COCODRILOS

Erickson, Gregory M. profesor de anatomía y paleobiología de vertebrados en la Universidad Estatal de Florida viajó a Australia para realizar una investigación sobre los cocodrilos. Hace poco redactaba que al estar frente al reptil, sus inquietantes ojos felinos no apartaban la mirada de él, mientras elevaba rítmicamente el tronco para un fuerte resoplido a través de sus orificios nasales. Había trabajado muchas veces con cocodrilos, pero jamás con uno de semejante talla. Con el cuerpo empapado en sudor, avanzó con suma cautela, armado únicamente con un mango de PVC de algo más de un metro, rematado en su extremo por un aparato con el que pretendía medir la fuerza de la mordedura de aquella bestia.
Se acercó por el costado hasta menos de un metro de su cabeza. Inquieto, abrió sus fauces, mostró su batería de 64 dientes aguzados y siseó, una clara advertencia de que no diera un paso más. En ese momento, introdujo hasta el fondo de sus fauces el aparato concebido para medir la fuerza de su dentellada. Las mandíbulas se cerraron de inmediato atenazando el artefacto con un sonido atronador, como el disparo de un cañón. Luego, solo hubo silencio.
Para su regocijo, había quedado perfectamente encajado entre los dientes posteriores. «Buena dentellada», espetó a su colega de la Universidad de Florida, Kent A. Vliet, que estaba a su espalda sosteniendo el amplificador de carga que registró el resultado. El aparato registró seiscientos setenta y ocho kilos.

Victoria Crespo Cruz    4 ESO
REVISTA: Investigación y Ciencia, mayo 2018, N: 500

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