martes, 17 de diciembre de 2019

Coltán, la maldición del Congo



Manguredjipa, a más de 450 kilómetros de la ciudad de Goma, es una modesta aldea situada en la región de Kivu Norte. No tiene hospitales, ni colegios, ni hoteles… a decir verdad, no tiene casi ningún atractivo, salvo uno: una mina de coltán. Eso en la República Democrática de Congo son palabras mayores.


Jornadas laborales de más de 14 horas en la mina a cambio de un euro. Esta aldea se encuentra en territorio Mai-Mai, uno de los múltiples grupos rebeldes que operan en Congo,tristemente populares por sus masacres, sus crímenes contra la humanidad, sus violaciones, su reclutamiento forzado de niños para convertidos en soldados y… por usar el coltán para perpetuar su lucha contra el gobierno congoleño y contra sus enemigos naturales, los milicianos ugandeses y ruandeses (se estima que en Congo hay 40 grupos guerrilleros financiados por el gobierno de Ruanda).


Las condiciones de la mina rozan la esclavitud. Jornadas laborales de más de 14 horas a cambio de un euro. Soldados rebeldes, armados con varas de madera, para golpear el lomo de los mineros para que trabajen más deprisa. Mujeres, algunas de ellas embarazadas, buscando el mineral para poder cambiarlo por algo de comida. O niños, muchos de ellos ni llegan a los 12 años, obligados a trabajar dentro de los túneles, ya que su tamaño es el idóneo para poder extraer el mineral que está en el interior. Unicef denuncia que en Congo hay más de 40,000 menores trabajando en las minas de mineral.


No hay día que no se produzca un accidente laboral. La media es de un minero muerto al día. En temporada de lluvias la cifra se multiplica, ya que las avalanchas de tierra o los derrumbes dentro de los túneles son frecuentes. Pero la extracción de coltán no se detiene por nada ni por nadie. Ni siquiera por un minero enterrado. Hay minas que se conocen, popularmente, como fosas comunes, por la cantidad de mineros que yacen bajo la tierra.




Yeray García Fontánez

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