Los modelos
matemáticos revelan las fuerzas mecánicas que guían el desarrollo de espirales,
espinas y nervaduras en los moluscos.
Los moluscos son unos arquitectos fabulosos. Construyen casas que protegen
sus blandos cuerpos de los depredadores y los elementos: caparazones de una
dureza, belleza y duración poco corrientes. Sin embargo, los moluscos no saben
nada de matemáticas.
Desde hace más de cien años sabemos que las células, los tejidos y los
órganos responden a las mismas fuerzas físicas que gobiernan otros tipos de
materia. No obstante, la mayoría de los biólogos del siglo XX se centraron en
estudiar la manera en que la genética dirige la formación de patrones
biológicos y en averiguar cómo funcionan estos.
Por medio de las herramientas que ofrece la geometría diferencial, una disciplina
matemática que estudia las curvas y las superficies, hemos determinado que las
elaboradas formas de las conchas de los moluscos surgen a partir de unas pocas
reglas simples que estos animales siguen al construir sus hogares. A estas
reglas hay que añadir las fuerzas mecánicas que se producen durante el
crecimiento de la concha, lo que genera innumerables variaciones de los
patrones. Nuestros hallazgos ayudan a explicar cómo características tan
abarrocadas como las espinas han evolucionado de forma independiente en tantos
linajes de gasterópodos o univalvos, los cuales constituyen el mayor grupo de
moluscos. Estas criaturas no necesitan sufrir los mismos cambios genéticos para
adquirir ornamentos similares: las leyes de la física hacen la mayor parte de
la labor.
REVISTA: Investigación y Ciencia, junio 2018, N: 501
Carolina Crespo Cruz
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