De improviso, una criatura tentaculada, un «gigante» de 22
micrómetros que empequeñece al plancton fotosintético con sus escasos 3
micrómetros. Con sus tentáculos, Mesodinium captura y engulle a las
desventuradas presas verdes, nanoflagelados, que son digeridas por completo.
La estrategia ambivalente de este depredador, consistente en cazar como un
animal y fotosintetizar como una planta, se conoce como mixotrofia.
Estos depredadores unicelulares constituyen solo dos ejemplos de los
incontables mixótrofos que pueblan los mares. Durante mucho tiempo, la mayoría
de los biólogos marinos les restó importancia; meras curiosidades en
comparación con los dos grupos multitudinarios del plancton unicelular, que se
suponía dominaban la base de las redes tróficas marinas. El primero de ambos,
el fitoplancton, de atributos vegetales, emplea la energía de la luz y los
nutrientes inorgánicos como el nitrato para proliferar. El segundo, el
zooplancton, afín a los animales, se alimenta del primero. Gracias a este
último, los nutrientes circulan hacia las especies de mayor tamaño. En
contraste con estos puristas, los mixótrofos eran considerados bichos raros,
aprendices de todo y maestros de nada. Se conocían también contados ejemplos de
mixótrofos terrestres, como las plantas insectívoras similares a la venus
atrapamoscas.
REVISTA: Investigación y Ciencia, junio 2018, N: 501
Victoria Crespo Cruz
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