Casi uno de cada cinco adolescentes se ha lesionado alguna vez de manera intencionada con cuchillas o cigarrillos.
Una profesora no sabía cómo actuar con una alumna que se autolesionaba desde hacía más de año y medio: mediante una cuchilla de afeitar se producía cortes en el antebrazo con regularidad. Durante mucho tiempo, Pía, de 15 años, había logrado ocultar sus heridas bajo la manga larga de sus jerseis o camisetas. Pero una compañera de clase descubrió las marcas en el vestuario, después de la clase de gimnasia. Preocupada por su amiga, se lo explicó a la tutora. La profesora de inmediato fue hablar con ella. Pía explicó que cuando se hacía daño conseguía manejar sus sentimientos negativos y tensiones internas. La tutora temió por la vida de la adolescente.
En muchos aspectos, esta situación no resulta infrecuente. Según estudios efectuados a escala internacional, gran parte de los educadores y trabajadores sociales en el ámbito educativo se sienten inseguros cuando deben tratar con adolescentes que se autolesionan. Por lo general, reaccionan con espanto, rechazo, repugnación e incompresión. Según afirman, habitualmente no saben cómo afrontar la conversación con esos alumnos.
Las conductas autolesivas durante la adolescencia constituyen un fenómeno común. Un 18% de menores de 19 años de todo el mundo afirman haberse producido conscientemente lesiones físicas durante el último año. El porcentaje de los jóvenes que acostumbran a hacerlo con regularidad es mucho menor. Para lastimarse suelen utilizar cuchillas de afeitar o cigarrillos. También golpean a la pared hasta que les sangra la mano y sienten alivio. Por lo general, estas conductas no subyace la intención de quitarse la vida. Este trastorno se conoce como conducta autolesiva no suicida.
REVISTA: Mente y cerebro, mayo 2018 (N:90)
Carolina Crespo Cruz
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