Las técnicas de imagen médica tal vez ayuden a encontrar los mejores tratamientos para la depresión y la adición, y podrían incluso reorientar la educación.
Hoy en día, personas con problemas comunes de salud mental reciben medicación que no les ayuda. Dar con los tratamientos que funcionen en tales pacientes requiere de un proceso de prueba y error. Cada terapia que falla corre el riesgo de hacer que el paciente pierda la esperanza en un remedio.
En general, entre la mitad de los diagnosticados con depresión no mejorarán con nigún tratamiento. La evaluación de fármacos antidepresivos más multitudinaria y dilatada en el tiempo (STAR*D) ilustra lo que puede pasar. Se trata de un estudio de los Institutos Nacionales de la Salud de EE.UU.
Los tratamientos incorrectos no solo prolongan el malestar, también desaniman a los pacientes. Un número considerable abandonó el estudio después de recibir sin éxito el primer fármaco.
La explicación de las dificultades que afrontan los psiquiatras está vinculada con las impresiones y los imperativos económicos que conlleva el desarrollo de fármacos. Dos personas diagnosticadas con el mismo trastorno mental puede responder de maneras completamente distintas al mismo tratamiento farmacológico dada la incapacidad actual para determinar quién responderá a qué tratamiento.
En los últimos años, varias técnica de imagen cerebral, combinadas con complejos algoritmos de análisis de actividad neural, han comenzado a poner de manifiesto diferencias cerebrales entre las personas. Tales desigualdades permiten predecir si un fármaco o una psicoterapia sacarán a un paciente de la depresión o aliviarán una ansiedad social grave. Las primeras versiones de estas técnicas de diagnósticos parecen también prometedoras para averiguar si un alcohólico recaerá; incluso han comenzado a identificar si un estudiante tendrá dificultades con la lectura o con las matemáticas.
REVISTA: Investigación y ciencia, mayo 2018 (N: 500)
Carolina Crespo Cruz
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