La
esclerosis lateral amiotrófica se conoce desde hace unos 150 años, pero
todavía no se comprende bien. Las nuevas terapias a base de diversos
medicamentos deberían ayudar a controlar esta enfermedad neurodegenerativa
mortal.
La descripción de la enfermedad que recoge Albom en su libro, Martes con
mi viejo profesor, impresiona: «La ELA es como una vela encendida: te
funde los nervios y te deja el cuerpo como un montón de cera. Suele empezar por
las piernas, y va subiendo. Pierdes el control de los músculos de los muslos,
de manera que no eres capaz de mantenerte de pie. Pierdes el control de los
músculos del tronco, y ya no eres capaz de mantenerte sentado y erguido. Al
final, si sigues vivo, estás respirando por un tubo que te pasa por un agujero
de la garganta, mientras tu alma, completamente despierta, está presa en una
cáscara flácida».
La ELA se considera una de las enfermedades neurológicas más graves. El
neurólogo francés Jean Martin Charcot (1825-1893) fue el primero en describir
la enfermedad, en 1869. La ELA surge por la pérdida progresiva, en el cerebro y
la médula espinal, de las motoneuronas que controlan la musculatura. Cuando los
músculos dejan de recibir impulsos de las neuronas, van debilitándose de manera
progresiva. Algunos de los afectados experimentan, primero, rigidez y parálisis
en los miembros inferiores o en los superiores. En otras personas, la
enfermedad empieza con dificultades para hablar, tragar o masticar.
REVISTA: Mente y Cerebro, mayo 2018 (N:90)
Carolina Crespo Cruz
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